Sentir los barrotes que un día
aceptó como hogar. Frío. Soledad. Tristeza. Opresión que empequeñece por
instantes, más y más fuerte, lo que en algún momento fue su corazón. Ya no intenta recordar el paso
que le llevó a lo que ahora considera merecer; ya no lo ve con esperanza. Se castigaba
por ello, por intentar enmendar en su mente el error de un día, de un minuto,
de un segundo mal vivido, y tan solo por pensarlo, flagelaba lo indebido de
este momento de locura y aceptaba la mano en su rostro deseando que no doliese
demasiado, que no hubiese más momentos de debilidad, que solo ella mereciera
aquel castigo y que el fruto de lo que un día fue por amor, entendiese las
razones de aceptar encarcelar, de aceptar aquel frío, aquella soledad, aquella
tristeza que ya con gratitud sufría su corazón.