Quién fuera esas palabras, esas correctas palabras que iluminan tu mirada, que sonrojan tus mejilla, que te hacen sonreír; quién fuera ese cálido pañuelo y poder borrar por siempre las tristes lágrimas de tu insaciable dolor; quién fuera esa persona que te hiciese entender que la vida son suspiros de tristeza y suspiros de alegría, que los momentos pasan, que la nostalgia es un fiel compañero pero un mal amigo, que la alegría no es alcanzar la felicidad sino ver lo feliz en el suspiro de cada día. Quién fuera tu amigo, tu verdadero amigo, para abrazar contigo el sorprendente mañana y desterrar, al fin, todo lo malo que pudo haber pasado.