Cubre con sonrisas y besos al niño que mece entre sus brazos, guardando del miedo y del dolor el alma del hombre que habría de ser, escondiendo, tras un llanto callado, el recuerdo de un hombre que espera con anhelo será, que sabe llegará a ser. No hay tristeza en su adiós, y tras dejarlo dormido en su cuna, de camino al porvenir, consciente de las pocas arenas que el reloj permitirá zafarse, se recuesta en su lecho, y escondiendo un atisbo de inquietud al temeroso hombre que la abraza, quedo desciende un recuerdo de sus ojos, luego otro de apasionada felicidad, quedo el parpado se oculta a la luz, sonríe a su amante, y en silencio, cogiendo de la mano a quien la espera iluminada y llena de amor, se marchó, dejando al pasado la historia de alguien que fue y al futuro el recuerdo de quien llegara a ser.
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